martes, 19 de noviembre de 2013

Gracias por todo y tanto

Todos tenemos esos días en los que no sabemos a quién tenemos cerca. Esos momentos en los que parece que lo único que te acompaña es la soledad de encontrarse en casa sentado esperando que alguien se preocupe por ti.

Esos instantes en los que por fin te das cuenta de la gente con la que cuentas y las personas que no cuentan en tu vida.

Como todo el mundo, tengo la sensación de tener a mi lado a la gente más valiosa del planeta. Es fácil caminar al lado de alguien al que la vida le trata bien, pero es mucho más bonito descolgar el teléfono y saber que hay alguien que te necesita mientras llora.  

Aquí, a unos 2.300 km de toda esa gente a la quiero, no puedo evitar sentir la impotencia de la ayuda a distancia. Las circunstancias de la vida han hecho que muchos de los amigos que ahora tengo tan lejos estén pasando por un momento difícil.

Me encantaría poder estar allí y poder decir todas esas frases optimistas mientras me tomo con ellos una cerveza. Llevarles a comer comida basura o sentarme en un parque a comer pipas ¿Qué mas da? Esto trata de la amistad y de ese sentimiento tan fuerte que se siente a veces por ciertos personajes.  Ellos han soportado mis charlas de fútbol, mis teorías sobre la vida y mi no callar.

Les he visto en sus peores momentos, pero recuerdo los buenos. Hablo sólo de personas en las que puedes confiar y por las que partirías más de una cara. Gente a la que seguramente hayas fallado en algún momento, a las que supiste aconsejar en otros y con las que has gastado horas cuando, posiblemente, no las tenías.

A todos ellos les metería en un avión y los encerraría en esta habitación de tan pocos metros cuadrados. A todos ellos me gustaría recordarles lo indispensables que son en mi vida y que pese a los problemas, son gente tan valiosa que saldrán a flote.

¡Y qué cojones le echan! Siempre he admirado a los que saben sobreponerse, a los que piden ayuda, a los que no la necesitan, a los que han dormido conmigo en tiendas de campaña, en mi casa, en su casa, a los que me invitaron a una copa, a los que le pagué la cerveza, a los que envían notas de voz, a los que no saben utilizar las tecnologías, a los que pueden tomar el sol durante horas, a los que bailan, a los que no, a los que han crecido conmigo, a los que conozco desde hace poco pero son tanto, a los que aún me llaman “rata”, a los que recuerdan a “Ra”, con los que jugaba al escondite, a los que saben que puedo mantener una conversación sólo utilizando chica, gabete y te pasas, a los que saben qué decirte en el momento exacto, a los que en vez de ayudarte te cuentan su vida, a los que me dijeron “Gracias por todo y tanto”, a los que te escriben para ponerte “Te quiero”. A TODOS, os quiero.

Y a ti, gracias por ese “Me visto y voy a tu casa”, nunca se me olvidará amiga.